Últimamente en lo que he sido talentosa es en salir a carretear con dos cajetillas de cigarros (y hubo "un" alguien que reconoció tamaño talento). En el resto de las cosas ordinarias sigo siendo del montón. Madrugadora, alérgica de primavera, soltera, próxima a los 26 años, en un trabajo fome en el que estoy rodeada de patéticos ( con los que tal vez comparto ese adjetivo), viajando más de dos horas diarias en micro, bailando cueca con mi hermana, comiendo empanadas con carne se soja, pagando cuentas, llorando con alguna película promedio…mal, todo mal.
Y si alguien me dice que no reclame tanto porque de cuando en cuando algo de emoción hay en mi vida, ok, se los concedo, pero sólo debo aclarar que no ha sido emoción ni nada que se le parezca, sino uno que otro suceso poco apegado a mi normalidad, como besar a ese amigo que me acompañó hasta mi casa tipo 8 de la mañana con más de un jale metido en su humanidad, o el reencuentro al otro día con ese muchacho de pelos claros que me dice “pava” como nadie más lo pronuncia…y que después de varios copetes me mira ganoso como la primera vez. Además de esas cosas, nada. O sea, sumando todo, nada también.
Lo único bueno es que como no me motivo prácticamente con nada, tampoco me decepciono mucho y soy capaz de disfrutar de mi cachantún heladísima como si ese fuera el único placer guardado para mí. Fome, sí, pero bueno, cada cual con sus posibilidades. Si hasta el chocolate ha dejado de provocarme cosas.
Pero para ser uno poco (sólo un poco nada más) fiel a la verdad, no dejaría de agradarme volverlo a ver, una vez, dos veces, tres veces, cuatro, cinco, muchas. No sé bien para qué, porque estoy casi clara en que la cosa no es a la inversa, pero reconozco que me gustaría y que aunque sea cargado con un par de copetes, esa mirada me provoca, como pocas cosas en el último tiempo donde mi único talento, que además está reservado al ojo de unos pocos, ha sido salir a carretear con dos cajetillas de cigarros. Viva el Kent 4…bu.
Y cómo para escuchar mientras echo humo con todo el estilo y toda la virtud que poseo, algo que, irónicamente, nos puede hacer sentir mejor. Johnny Cash…Hurt.
Y si alguien me dice que no reclame tanto porque de cuando en cuando algo de emoción hay en mi vida, ok, se los concedo, pero sólo debo aclarar que no ha sido emoción ni nada que se le parezca, sino uno que otro suceso poco apegado a mi normalidad, como besar a ese amigo que me acompañó hasta mi casa tipo 8 de la mañana con más de un jale metido en su humanidad, o el reencuentro al otro día con ese muchacho de pelos claros que me dice “pava” como nadie más lo pronuncia…y que después de varios copetes me mira ganoso como la primera vez. Además de esas cosas, nada. O sea, sumando todo, nada también.
Lo único bueno es que como no me motivo prácticamente con nada, tampoco me decepciono mucho y soy capaz de disfrutar de mi cachantún heladísima como si ese fuera el único placer guardado para mí. Fome, sí, pero bueno, cada cual con sus posibilidades. Si hasta el chocolate ha dejado de provocarme cosas.
Pero para ser uno poco (sólo un poco nada más) fiel a la verdad, no dejaría de agradarme volverlo a ver, una vez, dos veces, tres veces, cuatro, cinco, muchas. No sé bien para qué, porque estoy casi clara en que la cosa no es a la inversa, pero reconozco que me gustaría y que aunque sea cargado con un par de copetes, esa mirada me provoca, como pocas cosas en el último tiempo donde mi único talento, que además está reservado al ojo de unos pocos, ha sido salir a carretear con dos cajetillas de cigarros. Viva el Kent 4…bu.
Y cómo para escuchar mientras echo humo con todo el estilo y toda la virtud que poseo, algo que, irónicamente, nos puede hacer sentir mejor. Johnny Cash…Hurt.