Qué guevada esta de la soledad y esa enfermedad de fijarse en asuntos que no han sido jamás. De ahí esa rabia a veces incontenible, esas ganas de cerrar la puerta bajo llave y poner la música tan fuerte como para distraerse de esas mil palabras que rondan en la cabeza, esos conceptos como “looser”, que retumban más cuando sólo un par de horas atrás una de esas pocas personas que logran tocarte te lo ha dicho fuerte y claro. Entonces, por supuesto, vienen esas lágrimas que descansan rabiosas y se aguantan la salida, pero están ahí, que finalmente es lo que importa.
Y uno comienza el paseo por todas esas ideas demoledoras sobre uno mismo, esas verdades que no nos apetecen pero que revientan en la cara. Y de nuevo las ganas de llorar, de no querer pensar. Para eso uno escribe pensando que así se exorciza la rabia, los miedos, las cobardías, toda la mierda acumulada por años y años, cuya prolongada permanencia la declara reina y señora de los malos momentos, ese invitado de piedra que se deja caer cuando uno se siente insignificante, insulso, Infeliz…esa es una buena palabra para definir esa sensación de no tener nada…nada.
Entonces también vuelve a evidenciarse violentamente esa incapacidad de conseguir una felicidad, temporal como se supone que es, por cierto. Y uno siente que no quiere más, se pregunta cuándo llegará el momento, qué es lo qué pasa, dónde está esa gran falla, en qué momento uno decidió esquivar la sensación de sentirse completamente bien sólo por un largo rato. La cosa es que uno nunca tomó esa opción y piensa que ha hecho, justamente, algunos intentos por conseguir lo contrario. Pero nada pasa.
Y a medida que uno escribe la rabia va pasando, y como que se transforma en algo peor, pena creo que le llaman, y eso es peor porque sentir pena por uno mismo debe ser por lejos el escenario menos afortunado de un hombre.
Además, después de estos momentos en lo que uno se siente terriblemente miserable, siguen ausentes las respuestas y sigue en penumbra absoluta el cómo hacer que las cosas sean distintas.
Qué rabia no…qué impotencia…habrá que tomar un poco de aire y atender el teléfono como para volver.
Pero de tanto volver es precisamente que uno se olvida de eso que nos hace sentir mal y así se acumula por años y años…
3 comentarios:
Querida mía, en mi afán por revisar las páginas de mis amigos, cuando en realidad debo terminar este mes la innombrable, me he encontrado con un texto triste.
Se ha apretado mi estómago y extiendo mis brazos para contener tu pena, acariciar tu sien,y secar lágrimas si es necesario, aunque esquives cada intento de aunténtico cariño que por años hemos intentado entregarte.
Sabes, es bueno que al menos ahora lo pienses, y no hagas la vista gorda. Mira al frente, pero sin olvidar como has sido, porque no por nada estamos ahora así.
Amiga, las diferencias entre nosotras son menos de las que pensamos, pero ha llegado el momento de querer sentirse querida, partiendo por uno, y los demás, lejos de lo que pregonamos,sí importan.
Espero cuando te sientas minúscula, derrotada, o rebosante de felicidad puedas hablarme, y no solo escribir para desahogar las malditas penas, que lejos de dañarnos, nos conectan con los espacios internos que por mucho tiempo hemos obviado.
Te beso, te abrazo, te quiero.
Gracias ...sólo eso.
Esto de mantener la blogósfera como un verdadero registro de nuestros sentimientos si que ha servido. Si no existiera algo así, todos mantendríamos unos putos diarios de vida a la antigua. Chica, no te dejes molestar por toda la mierda que hay en el mundo; es poco lo que vale la pena, y de a poco puedes aprender a cerrar los oídos y filtrar lo bueno. Aunque sea la más mínima parte de lo escuchado.
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